martes, 25 de octubre de 2016

El 11, ese extremo izquierda de toda la vida.

A alguien se le ocurrió la genialidad, allá por los años treinta del siglo pasado, de poner números en la espalda de las camisas de los futbolistas. Era una numeración correlativa que facilitaba que yo, de niño, no tuviese que recitar más de tres o cuatro veces la alineación del Barça para sabérmela de carrerilla. Desde Urruti al Lobo Carrasco, me los sabía todos igual de bien que los ríos de Asia en el sentido de las agujas del reloj. Y no vean lo que se ligaba sabiendo de memoria ambas listas.

Y así continuó la cosa de aquellos números correlativos hasta no hace mucho. Dentro de aquella estable costumbre, que no se si era necesaria para el IBEX35, pero tenía pinta de gozar de rango de ley organica, al jugador de banda que atacaba por la izquierda, pegado a la cal de la linea lateral del campo, literalmente hablando, hasta el punto de que sus botas solían pintarse de blanco lo llamaban, aquellos incuestionables entrenadores de puro, chaqueta y corbata, "el 11". Era así, sin más, como etiquetaban al extremo izquierda.

Desde finales del siglo pasado aquella costumbre comenzó a padecer sus achaques, como todo lo viejo, y, en poco más de dos décadas, nos hemos visto inmersos en un caos. Fíjense ustedes ahora, y encima con mi edad: Ronaldinho con el 99, Fábregas de delantero centro con el 5 o Valerón con el 21. Imposible de memorizar y, por ende, nada de ligar.

Se nota que en la sede del Partido Socialista Obrero Español, que me han dicho que está en una calle de Madrid que se llama Ferraz, no han visto fútbol del bueno en su vida. Supongo que deben estar a tope de curro. Me los imagino ahí, entre cafés y tongonas de papeles llenos de estadísticas, de encuestas de intención de voto y de borradores con cientos de puntos de programas victoriosos con los que sacar al país de esta trinchera húmeda en la que dice mi abuela, a la que nunca llegué a conocer, que estamos.

Y se nota que no ven fútbol en el PSOE, porque permiten, se identifican y fomentan, para sí, el uso de ese viejo término  de la izquierda.

Les va a pasar como con el fútbol clásico, que todo el mundo sabe donde juega el de la izquierda.

Yo, si fuese ellos, montaba un gabinete de crisis, estos días que no será nada difícil. Vamos, para mañana mismo, con un único punto del orden del día. La eliminación del uso del término de izquierdas por el de socialista a secas.

En el fútbol moderno el socialista puede desenvolverse con soltura y sobriedad por el centro de la cancha, como un director de orquesta, mientras que el jugador al estilo del viejo "11", ese empeñado en ir de izquierdo total, está abocado al banquillo. Y, del banquillo, al ostracismo total en dos temporadas. No como Ronaldinho, que sigue maravillando con el 99 a la espalda y sin que nadie sepa si es de izquierdas.