sábado, 29 de noviembre de 2014

Carta a Edu

Edu.
Hola.
Espero que estés bien. Aquí nosotros también.
Nada nuevo en este tiempo que has estado fuera. El Madrid sigue ganando todo y, en la Segunda de tu Mallorca, mi Las Palmas es líder.
Poco más.
Oye, sí. Ahora que recuerdo. No te he contado lo de la revolución ciudadana verdad? Resulta que luego del penúltimo escándalo de corrupción, y tras la segunda dimisión de un ministro dentro del gobierno, la gente salió a la calle espontáneamente. Recuerdo que fue un sábado tú. Parecían robots. Por todo el país, en cada capital y a la misma hora. Provincianos y españolitos de primera. Decenas de millones de personas -fue un cálculo curioso pues tanto para los organizadores (ya se que te he comentado que fue una cosa espontánea, pero tanta coordinación debía tener alguna mano negra detrás),  como para la policía y agencias estadísticas gubernamentales, a todos le daba el mismo volumen de personas- se agolparon frente a las instituciones públicas de todo el territorio.
Nunca antes había visto tan coordinado movimiento ciudadano por todo el país, Afortunadas incluidas. Lo más parecido que recuerdo a aquello, fue cuando ganamos en el 86 al Madrid de la Quinta del Buitre, aquí en el viejo Insular, y tardamos todos en salir y llegar, desde el Estadio a la Avenida Mesa y López, cerca de una hora, en pleno éxtasis colectivo.
Lo del movimiento espontáneo ciudadano llevó, luego de una semana de huelga general, a la dimisión en bloque del gobierno, la disolución de las cortes y la convocatoria de elecciones anticipadas in extremis.
Se celebraron unos diez días más tarde. Un tío de perniciosas ideas comunistas, lleno de pulseras y con una coleta, las ganó por mayoría absoluta. Mi novia tenía un mosqueo de cojones. Pensaba que yo había votado a aquel tío. Aún le dura el rebote.
Ahora los telediarios no hablan de otra cosa que de la caída del íbex35 ese, la salida del país de los capitales extranjeros y la posibilidad de que abandonemos la Unión Europea, además de volver a lo de la peseta. Hasta el Madrid ha comenzado a perder algún que otro partido.
Con tanto lío, nos hemos puesto las botas vendiendo bocadillos y me subieron el sueldo el mes pasado. Me ha venido bien, pues llevaba congelado siete largos años. La de catarros que he pillado en todo este tiempo, con el frío que me entraba de la cartera, por detrás.
Y de lo de Goytisolo. Te enteraste de lo de Goytisolo?. Ha fichado en el Recre. Buen lateral derecho tú!
Ah, coño. Se me olvidaba. Tiraron abajo el viejo Insular. Van a montar un parque deportivo. Jodidos runners.
Vuelve pronto. Tenemos que ir a ver un Madrid - Las Palmas en el Bernabéu. ¿Te imaginas?  Dos provincianos en el palco. Supongo que lo de la igualdad no llegará a tanto.





sábado, 15 de noviembre de 2014

Las pirámides egipcias y su cartelería improvisada.

Empeñados como estamos, en  aumentar el número de referencias para validar nuestros sistemas de jerarquías sociales, anoto, entre las nuevas, la ortografía.
En el tiempo que llevo por aquí abajo, en los infiernos, he visto que el hombre, en género neutro y con h, basa toda su maquinaria de subdivisión en estratos sociales en la economía. Cualquiera de sus manifestaciones en la vida cotidiana, como tener un buen coche, una lujosa casa, un carné de un  selecto club, o un título académico de alguna de las mejores universidades privadas, habrían sido suficientes, hasta ahora, para marcar el territorio entre un hombre, en género neutro y con h, de bien, y otro de inferior rango.
Pero los valores tipo hay que irlos cambiando, para no caer en el pecado capital de la  obsolescencia, en obligada sintonía con la evolución sociológica de las poblaciones y sus culturas.
Ahora, con h, se lleva lo de etiquetar a una persona en el nivel de bien, o en los rangos inferiores, por su ortografía. El protocolo es fácil. Un ser superior saca una foto a un cartel que algún obrero, inferior y sin h, ponga junto a alguna alcantarilla abierta, si observa que difiere de ese conjunto de signos llamado lenguaje. A continuación lo socializa publicitándolo en su Facebook. Esta policía intelectual suele fijarse, normalmente, en la falta de h o en la presencia del haiga.
"Hojo, peligro de caídas. La halcantarilla está destapada!"
Y allá que vamos, los hombres de bien, con h, a descuartizar al escribano, un tío que, debido a que el capataz de la obra no ha observado la gravedad del asunto, se mete a prevenir antes que curar.
Un día de estos, cualquiera de nosotros se va a caer por una alcantarilla de esas, por ir mirando para tanta falta ortográfica, a través del ojo de la cámara del Samsung galaxy, con esa gran dosis de cinismo clasista que todos llevamos dentro.
A veces pienso que esos jeroglíficos egipcios que tanto veneramos, como referentes de la cultura universal, no eran más que cartelería de los esclavos de las pirámides, para advertir que el suelo, a la altura de la inscripción, estaba mojado. Pues yo sospecho que esos jeroglíficos tenían más faltas de ortografía que dios. Aquella gente ya tenía bastante con vivir para trabajar, como para preocuparse por una jodida h de mierda. Manda uevos!



lunes, 3 de noviembre de 2014

Correr?. Nunca mais!

Yo, que a despistado no hay quien me gane, olvidé ayer durante más de medio día, una lavadora puesta.
Fíjense que, al vaciarla, hasta me asusté. Acostumbrado como estoy a que el segundo calcetín nunca salga, ya me temía lo peor viendo que no aparecía una de mis zapatillas.
Siempre he pensado que, detrás del tambor de la lavadora, hay un agujero cósmico, de esos que engulle la materia. No puede haber otra explicación a la desaparición de tantos calcetines, calzoncillos y paños de cocina.
Como las zapatillas, que al final aparecieron las dos y ello me obliga a escribirlo en plural,  no estaban secas esta madrugada, pues me calcé las de jugar al fútbol, que no son otra cosa que unas buenas cholas de carrera.
Y que me dio por salir a correr, en vez de marchar como dios manda.
Ya puestos me dejé la gorra atrás. Yo es que uso gorra aunque sean las cinco de la madrugada. No me pregunten por qué, porque aún no me lo he preguntado yo a mí mismo.
A lo que iba. Pues a mí es que, a esa hora, me saluda todo dios. Yo, sin ir más lejos, escucho los silbidos del bigotes antes de que doble la esquina de la calle del Parque de Arinaga. Igual me pasa con el ciclista que se cruza con uno a diario. Si me retraso o adelanto un minuto, sé a la altura de que papelera me lo voy a encontrar. Y ellos? pues imagino que, como yo, ya saben que, el que viene a lo lejos, contorneando el cuerpo con ritmo cansino y gorra es el marchador de la fábrica de la parte alta del polígono.
¿Se pueden creer que saludé a uno de mis habituales, el flacucho que lleva el perro amarrado, mientras corría con más pena que gloria, y me dedicó un vete a tomar por culo hijoputa, como mandan los cánones?
No vuelvo a correr en los próximos treinta años. A un marchador eso no le hubiese pasado. A mí, disfrazado de marchador, tampoco.
¿Y lo de las trabas de tender la ropa?. ¿A ustedes también les desaparecen de diez en diez?