lunes, 3 de noviembre de 2014

Correr?. Nunca mais!

Yo, que a despistado no hay quien me gane, olvidé ayer durante más de medio día, una lavadora puesta.
Fíjense que, al vaciarla, hasta me asusté. Acostumbrado como estoy a que el segundo calcetín nunca salga, ya me temía lo peor viendo que no aparecía una de mis zapatillas.
Siempre he pensado que, detrás del tambor de la lavadora, hay un agujero cósmico, de esos que engulle la materia. No puede haber otra explicación a la desaparición de tantos calcetines, calzoncillos y paños de cocina.
Como las zapatillas, que al final aparecieron las dos y ello me obliga a escribirlo en plural,  no estaban secas esta madrugada, pues me calcé las de jugar al fútbol, que no son otra cosa que unas buenas cholas de carrera.
Y que me dio por salir a correr, en vez de marchar como dios manda.
Ya puestos me dejé la gorra atrás. Yo es que uso gorra aunque sean las cinco de la madrugada. No me pregunten por qué, porque aún no me lo he preguntado yo a mí mismo.
A lo que iba. Pues a mí es que, a esa hora, me saluda todo dios. Yo, sin ir más lejos, escucho los silbidos del bigotes antes de que doble la esquina de la calle del Parque de Arinaga. Igual me pasa con el ciclista que se cruza con uno a diario. Si me retraso o adelanto un minuto, sé a la altura de que papelera me lo voy a encontrar. Y ellos? pues imagino que, como yo, ya saben que, el que viene a lo lejos, contorneando el cuerpo con ritmo cansino y gorra es el marchador de la fábrica de la parte alta del polígono.
¿Se pueden creer que saludé a uno de mis habituales, el flacucho que lleva el perro amarrado, mientras corría con más pena que gloria, y me dedicó un vete a tomar por culo hijoputa, como mandan los cánones?
No vuelvo a correr en los próximos treinta años. A un marchador eso no le hubiese pasado. A mí, disfrazado de marchador, tampoco.
¿Y lo de las trabas de tender la ropa?. ¿A ustedes también les desaparecen de diez en diez?