sábado, 24 de octubre de 2015

La intimidad a los 80

Vargas Llosa llega como un toro a los ochenta, lamentando, exclusivamente, que le sea imposible tener un Nóbel e intimidad al mismo tiempo.

Realmente su vida privada no ha dejado de serlo por su prestigioso premio sino, más bien, por esa otra frágil estatuilla animada, de porcelana, que tiene en casa.

Yo, que una vez gané un premio en mi comunidad, aprovechando que la del 1°C estaba de viaje a La Laguna, me he deshecho del diploma que guardaba. Imagínense que alguien, por envidias, me hace mal de ojos, los demás vecinos comienzan a meterse en mi vida, y me saludan en el ascensor.

Vivo en la última planta. Un mal trago sin conversación entre semana. No se si usted se habrá dado cuenta ya, pero un miércoles a uno le resulta casi imposible hablar de Hamilton o de la Unión Deportiva Las Palmas, que son los temas de los lunes, al margen del gobierno.

Del gobierno uno puede hablar siempre. Los ejecutivos siempre han dado tanto juego como el centro del campo del Barça de Guardiola.

No quiero ni pensar en lo que va a saber de mí la Presidenta cuando yo cumpla ochenta. Espero no ganar ninguna estatuilla de porcelana de aquí a allá.