lunes, 21 de julio de 2014

Música envasada al vacío

Anoche estuve, con el niño de mis ojos y la niña de mi corazón, en uno de los conciertos que la banda santaluceña Sol y Viento celebra cada año en el Víctor Jara.
La música, cuando puedes verla en directo, cobra su verdadera dimensión de arte, de lo que es. A los intérpretes debe uno sentirlos, con sus temores, sus sudores, sus palpitaciones y sus sonrisas tímidas. Dicen, los que entienden y se encargan de transmitir música a los jóvenes, que hay ciertos protocolos encima del escenario. No se puede hacer cualquier cosa. Intuyo que, ahí arriba, debe haber ciertas jerarquías, cuan sociedad y, de repente, hecho de menos no tener al lado a mi amigo el granadino, para que me explique esos entresijos que deslegitiman la crítica de un padre.
Anoche debe ser que alguien cometió la insensatez de saltárselos a la torera y, ese desliz, hizo que nos lo pasáramos pipa. Una calculada mezcla entre música normalizada, con su imperceptible protocolo para profanos como yo,  con sobresaltos cómicos inesperados cuan salsa césar para aderezar la ensalada, resultó un magnífico plato, de esos de no sé cuantas estrellas michelín.
Cuando le den a elegir entre música protocolaria y envasada al vacío, de esas que no sea ni tan siquiera necesario que los niños, según los entendidos,  la vean en vivo y en directo, o música en estado puro, no se lo piensen y tiren por la segunda. Sus almas lo agradecerán. Yo, por si les sirve de consuelo, opté también por la segunda, más que por mi alma, por los durillos que me costaron las entradas.
Hace años mi cuñado, el madridista, me regaló un cedé de esos en el que rezaba, escrito de su puño y letra y a rotulador, la frase música en estado puro. Gracias a dios que éste, de protocolo, entiende un carajo.
Háganme un favor. Cuando, a ritmo de samba, algún experto les intente adoctrinar y moldear, haciéndoles algo inaccesible con amagos retóricos y complejos tecnicismos, bajen el volumen de la radio, y busquen el silencio que haga que su sentido común tenga eco.
Les dejo. Al fondo del pasillo escucho como Eva toma el sol, mientras Joaquín canturrea y, en la tele, ponen en diferido el Real Madrid-Benfica. Eusebio toca la bola en media cancha, sabiéndose un principal del arte más accesible que existe, el deporte. Un arte inclusiva, sin mucho más protocolo que divertirse.