domingo, 21 de septiembre de 2014

Presuntos rumores.

Soy consciente que el término honorable, en estos días, les llevará a ustedes a pensar, así a bote pronto, en los Pujol o, como mínimo, en su patriarca fundador.
Yo, solo de pensar en que Don Jordi ha estado trabajando, a través de la política, para el bienestar de millones de catalanes durante más de cuatro décadas, me pregunto si realmente este hombre y esta familia entera estaban debidamente recompensados por los servicios prestados a la colectividad general. Hay ciertas labores que, por su importancia, son de incalculable valor y otras que no son pagas con dinero. Quizás ahí radique el quid de esa cuestión particular.
Pero vayamos a lo nuestro que yo, ni soy catalán, ni entiendo mucho de lo que por allá arriba se cuece, más allá de lo que ustedes me cuentan. Vamos, nivel usuario como mucho.
Por aquí abajo, en el sur del sur, me encuentro estos días con una información en prensa sobre no se qué rollo de supuesta corrupción urbanística en Santa Lucía que data del año 2005. La información la pone en juego la prensa capitalina. Es un pelotazo al aire para rifar la bola en el centro del campo. Las erratas son evidentes para cualquier vecino del lugar, pero la bola cae a ras de hierba y, tal como llega, se recoge por aquí donde, a modo de amplificador, la copian y pegan en un intento de desprestigio ajeno y de pseudoinformación.
La política parece que, desde Madrid y Moncloa,  hasta La Aldea de San Nicolás de Tolentino, pasando por nuestro municipio, se basa ya en el juego del desprestigio ajeno, antes que en la formación del proyecto propio, distinto y sólido, creíble. Quizás sea porque ya todo está inventado, no hay pócima mágica para gobernar eficientemente y no queda otra que esperar a que el rival falle para intentar robarle un buen puñado de votos.
Mayo queda aún lo suficientemente lejos como para que la gente, entre medias del copia y pega, pueda leer lo que reenvía. Una cosa es que la oposición de cada momento y lugar nos muestre lo mal que lo hacen los grupos de gobierno, encomiable labor que todos agradecemos a quienes lo hacen si la información es rigurosa y veraz, y otra bien distinta es que alimenten la histeria colectiva con rumorología. Lo mejor para un rumor, es dejarlo en el caldero a fuego lento y taparlo. Es necesario que se cueza del todo para que se convierta en verdad.
Al final los jodidos somos nosotros, usted y yo, empeñados que estamos en cimentar una ideología política clara, a la que afiliarnos y a la que votar.
Ya me veo, camino del colegio Los Llanos el próximo mes de mayo, media hora antes de cerrar, jugándome a los chinos el voto y decidiéndolo al llegar a la altura del Hiperdino, justo antes de dar las buenas a esos interventores que nunca las responden.