
Allí me quedo en el coche, con mi cafelito en vaso plástico de usar y tirar, mirando para el mar, a la altura de Pozo Izquierdo.
Mientras espero a que Adrián, mi mejor amigo, termine sus actividades para redondear el día con unos tres cuartos de hora de malabares futbolísticos, enciendo la radio y busco la 102.2. A esta hora suele haber jazz.
Eso con la derecha, lo de sintonizar la radio digo.
Al tiempo, y con la izquierda, voy abriendo un ejemplar de la Genealogía de la moral de Nietzsche.
A la media hora me doy por vencido y apago la radio. Tan solo soy un hombre.