jueves, 1 de mayo de 2014

La que se avecina.

Entrado ya uno en una etapa de la vida en la que tiene que analizar cada paso que da, además de hacer lo propio con los que da el vecino, por aquello de los daños colaterales, me pregunto donde acabará todo lo que me enseñaron en mi deambular infantil y juvenil.

Mi primer bastión, la marcha atlética aquella de caminar rápido, sucumbió al paso del tiempo y hoy en día nada tiene que ver con la que me enseñó El Decano Cárdenes.

Mi segundo apoyo vital, el fútbol de toque, toque y más toque, que jugábamos en el patio del colegio Leopoldo Matos, también está ahora en entredicho.

Cuentan, los expertos en la materia, que se avecina un largo periodo de tiempo donde primará el juego defensivo con veloz contragolpe. Patadón arriba del portero a tres cuartos de cancha, milagroso control del carrilero que, sin bajar la pelota al suelo, la meterá a la olla donde surgirá la fortaleza de un 9 a la antigua usanza para remachar a gol por el centro y a romper.

Así las cosas, solo nos quedarán los libros para recordar como jugaba Hungría en los años cincuenta, como lo hacía la selección de Brasil con Pelé en el mundial del 70 o con Sócrates en el de España, o como jugaba la naranja mecánica de Cruyff durante los años 70.

Por no decir nada de nuestra Unión Deportiva Las Palmas, de la que ni tan siquiera los libros recordarán como llegó a sus subcampeonatos de liga y copa jugando al toque, raseando la bola en el Insular.

Pues ya me dirán que hago yo sin marcha y sin fútbol, aunque siga habiendo marcha y fútbol. Ya me veo, en unos años, buscando fotos de Germán, de Tonono y de Guedes. No vean ustedes la que se avecina